‘Quiero que la Universidad tenga la convicción de que conmigo se ganó un aliado’

Juan Medina
Juan Pablo Medina es egresado de Ingeniería Química y hace parte de la generación más numerosa de graduados de Quiero Estudiar.
 
Juan Medina
Juan Medina

“Muy chévere que aplique, pero, ¿cómo va a estudiar ahí?”, le dijo a Juan Pablo Medina su papá cuando se enteró de que se había inscrito a Ingeniería Química en la Universidad de los Andes.

“Muy chévere que aplique, pero, ¿cómo va a estudiar ahí?”, le dijo a Juan Pablo Medina su papá cuando se enteró de que se había inscrito a Ingeniería Química en la Universidad de los Andes. Lo que él no sabía era que su hijo también se había postulado a Quiero Estudiar, un programa que otorga apoyos para los estudios de pregrado de jóvenes con excelentes calidades académicas y personales.

Juan se enteró de Quiero Estudiar a través de su mamá, pues en 2013 llegó a trabajar a su oficina un beneficiario de este programa que ha brindado la oportunidad de estudiar a cientos de jóvenes que no tienen recursos suficientes para acceder a la Universidad de los Andes. Así fue como decidió presentarse a ese apoyo financiero junto a Daniel Alejandro Medina, un amigo de su colegio, el Liceo Latinoamericano, ubicado en la localidad de Teusaquillo.

“Yo nunca me había imaginado que podía entrar acá”, confiesa Juan, pues asegura que su familia no tenía los recursos para pagar la matrícula. “Comencé a estudiar mucho para el Icfes. Si no pasaba a una universidad pública, este examen era el que me podía abrir las puertas”, agrega. La dedicación y disciplina que le puso a su preparación dieron frutos y quedó en tercer lugar en las pruebas. Ese fue el impulso que necesitó para presentarse a Quiero Estudiar. 



"Cuando hice el Icfes y llegaron los resultados, fue muy gratificante y a la vez una sorpresa. Lo bueno era que yo llevaba muchos años en ese colegio, tenía buenas notas y me gustaba participar, entonces tenía el perfil de liderazgo que buscaba el programa”, dice Juan, quien siempre se destacó en su bachillerato al punto de atesorar diplomas y medallas durante todos esos años de estudio. 

Sin embargo, este joven tenía un inconveniente y eran sus nervios cuando debía hacer presentaciones serias. Cuando pasó el primer filtro del programa, le dijeron que debía presentar una entrevista con la Decana de Estudiantes, María Consuelo Burgos. Ahí llegó el pánico, pero gracias a su excelente desempeño, el colegio le brindó todas las ayudas posibles para prepararse. Así fue como dos veces a la semana se dedicó a hacer simulacros de entrevistas con la psicóloga de su institución. 

“Yo era un niño y no sabía cómo tenía que mostrarme. Esa fue la primera vez que me vendí en la vida, pero yo aún estaba en una etapa de autoconocimiento. Tuve que mostrar algo que yo mismo también me estaba preguntando”, confiesa. El día de la entrevista ya él estaba enamorado de la institución. “Solo había ido dos veces en la vida. Una fue a la feria estudiantil y quedé encantado, especialmente con el edificio Mario Laserna”, agrega.

Durante el encuentro entre Juan y María Consuelo, ella le hizo preguntas como cuáles eran las materias que creía que iban a ser más duras en la carrera y cuál era la experiencia más difícil que había tenido. Juan sintió que había un ambiente de confianza, pero aun así no hallaba cómo expresarle su necesidad de ser parte del programa. Terminó toda la entrevista y se despidieron, pero Juan se armó de valor y decidió arriesgarse. “Me devolví a buscarla a su escritorio. Yo dije “es ahora o nunca”, así que fui y le dije que esperaba volver a verla pronto”. Él no sabe si esas palabras fueron las que sellaron su destino, pero a los 20 días publicaron el listado final y tanto él como su amigo fueron elegidos para ser parte de Quiero Estudiar. “Fue una alegría muy grande. Mi proyecto de vida empezó con esa entrevista, porque fue el primer gran reto que tuve”, afirma.

Los primeros semestres de Juan Pablo fueron muy duros, pues sabía que, aunque siempre fue buen alumno, no tenía las mismas bases que otros estudiantes. “Sentía que me tenía que esforzar más de lo normal. Era como si no hubiera desarrollado ciertas habilidades todavía. Había clases donde me dejaban hasta cinco lecturas en inglés y a mí me tardaba días esta tarea, pues no era bilingüe y debía buscar todas las palabras que no conocía. Yo no tenía el mismo nivel que los demás, pero sí todas las ganas de salir adelante. Yo diría que fue una situación circunstancial que al final se resolvió”, cuenta.



Con el tono pausado que lo caracteriza, Juan relata que para él fue muy bonito ver que, a medida que pasaban los semestres, llegó al mismo nivel que sus compañeros para después comenzar a destacarse. “Yo siento que hubo un punto de inflexión. En Los Andes siempre tenemos la opción de buscar previamente los profesores y elegir con quién meter clase. Había una profesora de Cálculo integral y en las reseñas los estudiantes advertían cosas como “no la metan con ella, es la muerte”, pero yo la inscribí, porque siempre me han gustado los retos. Efectivamente fue durísimo. Ver una materia con tanta exigencia me hizo esforzarme hasta el punto en que comencé a ver las cosas de otro modo. Ya no quería solo retarme a mí mismo, sino que quería ser mejor. Cuando pasé el curso y me fue bien con ella, descubrí que podía lograr todo lo que me propusiera”, asegura. 

“¿Cuál ha sido mi mayor logro en la universidad?”, se pregunta Juan y por unos segundos se queda en silencio. Después de pensarlo, atina a decir que su gran victoria fue descubrir su vocación y su pasión. “Yo tenía una idea muy superficial de lo que era la Ingeniería Química. En medio de todo, fue una apuesta arriesgada, pero sé que tomé la decisión correcta, pues nunca sentí que no fuera mi carrera. Al contrario, a medida que avanzaba me convencía más de que esto era lo mío”, dice.

Juan Pablo hace parte de la generación más numerosa de graduados de Quiero Estudiar. El pasado mes de abril, recibieron su diploma 65 estudiantes de los programas de Administración de Empresas, Arquitectura, Biología, Ciencia política, Derecho, Diseño, Economía, Física, Geociencias, Ingeniería de Sistemas, Ingeniería Ambiental, Ingeniería Biomédica, Ingeniería Civil, Ingeniería Electrónica, Ingeniería Industrial, Ingeniería Mecánica, Ingeniería Química, lenguas y Estudios Socioculturales, Literatura, Música y Psicología.

Pero antes de culminar su carrera, Juan tuvo la oportunidad de trabajar con nanomateriales para fotocatálisis y en el diseño y elaboración de celdas solares. Junto al profesor Pablo Ortiz, uno de sus grandes mentores durante su paso por la Universidad, descubrió que el área en la que sueña trabajar es la energía renovable con ingeniería y, en lo posible, con nanotecnología. 



Otra gran oportunidad que tuvo este joven fue la de vivir una experiencia en el Tec de Monterrey, aliada de la Universidad de los Andes. En esa institución perteneció a un programa de jóvenes investigadores y trabajó de la mano del profesor José Ignacio Huertas, investigador del Grupo de Energía y Cambio Climático de la Escuela de Ingeniería y Ciencias del Tecnológico de Monterrey. 

Juan siente una inmensa gratitud por Huertas, quien también fue profesor en la Universidad de los Andes. “Por mi cuenta no hubiera podido sostenerme en México. Él, por su propia convicción de que quiere ayudar a los jóvenes, lleva a gente destacada y ese grupo de investigación da ayuda económica para que puedan costear los gastos de alimentación y de vivienda. Siento que esta experiencia en el Tec de Monterrey me reforzó esa visión que tenía de la reciprocidad y me dio más fuerzas para seguir con mis proyectos. El primer paso fue Los Andes. El segundo, este”, manifiesta.

Este joven de 22 años se define a sí mismo como un soñador. “Gracias a Quiero Estudiar pude no desilusionarme, darme cuenta de que no está mal soñar en grande y que sí se materializan las cosas”, confiesa. Y es que, según él, su ingreso al programa le cambió la vida a toda su familia. “Pude demostrarles a mis papás que las cosas se pueden sacar adelante y que se pueden romper barreras económicas y sociales. Esto también los ha transformado a ellos, pues se sienten muy orgullosos. Los sentimientos de solidaridad y confianza se transmiten a la familia”, asegura Juan, quien admite que al principio llegó cargado de miedos y prejuicios. “Yo vengo de un entorno humilde, pero lo que menos se puede decir es que hay pobreza. En el colegio donde estuve encontré muchos valores y eso no es pobreza, es riqueza. Eso fue lo que me permitió entrar al programa. Cuando alguien sabe de dónde viene y hacia dónde va, lo tiene todo en la vida”, concluye. 



No fue fácil que sus papás dejaran de lado sus miedos. Les angustiaba pensar cómo iban a hacer para darle a su hijo los almuerzos, transportes y libros. Sin embargo, desde su ingreso a la Universidad, Juan recibió también apoyo con sus gastos diarios. “Yo fui viendo ciertas relaciones de confianza que comenzaron a abrirse y ahí fue donde aprendí el valor principal del programa, que es la reciprocidad, el cual apliqué desde mi paso por las aulas. Si yo ayudaba a otro compañero, tanto él como yo nos beneficiábamos. Me di cuenta de que el trabajo en equipo era más efectivo, sencillo y divertido”, afirma. 

Ya con su diploma en mano, Juan Pablo cuenta que esa visión de crecer para transformar la realidad de su familia se le ha quedado un poco corta. “Me di cuenta de que sacar adelante a mi familia puede ir de la mano de una transformación de Colombia y de construir un nuevo país, como decía Mario Laserna. Además de la reciprocidad, Los Andes sembró en mí el valor de una autonomía crítica para perseguir esos objetivos de transformar a Colombia. Quiero crecer y al mismo tiempo ayudar a otras personas a hacerlo”, asegura con absoluta sinceridad.

Juan Pablo fue aceptado al programa de maestría en energía renovable del Consorcio europeo KIC – InnoEnergy. Por tanto, se encuentra en búsqueda de apoyos para su financiación y así poder iniciar sus estudios de posgrado en el exterior. 

“Yo no solo me voy con un sentimiento de inmensa gratitud. Quiero que Los Andes tenga la convicción de que con Juan Medina se ganó un aliado que, en la medida en que alcanza cosas grandes, va a estar apoyando Quiero Estudiar para que personas como yo, no solo de Bogotá, sino de todas partes del país donde a veces se pierde la ilusión y la esperanza, puedan venir y cumplir sus sueños”, promete. 

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